El deseo sexual no es algo estático, sino que fluctúa y va cambiando. Seguro que ya has notado cambios con el paso de los años, en etapas de mayor o menor estrés, estando sol@ o en pareja… En definitiva, son muchos los factores que pueden alterarlo.
Nuestro estado de ánimo va afectar de una forma importante a nuestro deseo erótico.
Emociones como la tristeza y la apatía hacen que tengamos una menor energía para cualquier actividad. Nuestro cuerpo ahorra recursos también conteniendo o apagando los impulsos sexuales y aumenta la serotonina en nuestro cerebro, disminuyendo el deseo y respuesta sexual.
Un cierto nivel de estrés, de miedo o incertidumbre, aumenta el cortisol y puede influir en la libido al tener un exceso de energía que nuestro cuerpo necesita gestionar y en nuestro cerebro aumenta la cantidad de adrenalina que produce esa mayor actividad.
De ahí la importancia de identificar lo que sentimos, conocernos y conectar con lo que nos ocurre para saber dirigirlo y entenderlo.
El deseo se retroalimenta, esto significa que “a más, más y a menos, menos”. Parece sencillo. Cuanto más rienda suelta le demos a nuestro deseo sexual y más lo alimentemos, más ganas tendremos de tener relaciones sexuales.
Esto puede llevarnos a que nuestro estado de ánimo, junto con una mayor predisposición o tiempo para la masturbación, puede hacer que tengamos mucho mayor deseo sexual. También se ha observado un aumento en el consumo de pornografía, que seguramente esté relacionado con el mayor deseo sexual.
Me parece importante señalar la importancia de encontrar un equilibrio que nos haga sentirnos bien. No se trata de reprimir el deseo ni las emociones. La clave está en tener un cierto control sobre ello, aceptar las emociones, aceptar nuestro deseo, entenderlo y abrazarlo, el tiempo que necesitemos hacerlo. Cada persona tiene unos tiempos y unos ritmos que debemos respetar sin culpas. El equilibrio está en no perder de vista nuestras necesidades y ocuparnos de ellas.
Laura de Toledo Congosto. Psicóloga y Sexóloga